El bosque de la izquierda

La espiritualidad también puede ser ominosa

El omnijeto como vía de exploración espiritual.

Advertencia al lector. Leera en repetidas ocaciones referencias a la magia negra. Este concepto se aborda desde una perspectiva setiana/Laveyana en la que es un proceso egotico (para el yo) que busca tanto desarrollo como satisfacción. Aunque no excluye la magia de agresión se debe entender que esta magia apunta a un desarrollo del ego divino y no al daño sin sentido.

Introducción

Este artículo esta relacionado con ¿Por qué la mano izquierda?, te recomiendo que te pases por ese artículo antes de abordar las ideas de este, te puede ser muy útil.

Uno de los problemas más importantes al abordar el esoterismo y la espiritualidad hoy en día es que solemos atribuirle un carácter subjetivo. Sin embargo al hablar de subjetividad, como señala Flowers en su Lords of the left hand path, nos enfrentamos al prejuicio. Quizá por el carácter de nuestra sociedad, con un alto grado de racionalidad superficial, solemos atribuir a lo subjetivo la propiedad de falso. Hablamos de la ciencia como la nueva verdad absoluta y los científicos son nuestros nuevos sacerdotes, incuestionables. Abrazamos la subjetividad de la posmodernidad pero con la vieja actitud dogmática de la modernidad. Quizá por eso la estética actual tiene ese tufillo a pedante del que los artistas quieren alejarse. Quizá por eso el mundo vuelve a las viejas formas.

¿Defiendo entonces el relativismo absoluto? Siempre que no abandonemos la racionalidad. Como interesados o seguidores de la mano izquierda, es altamente relevante para nosotros la necesidad de cuestionar todo aquello que se nos pinta como una verdad absoluta. Sin embargo, debemos de tener ciertos marcos teóricos para poder construir más que una creencia una verdad propia, en concordancia con nuestros valores. De esta manera estaríamos creando aquello que Nietszche llamó la moral del señor, propia de aquellos que señorean sobre su propio ser y su mundo.

Sin embargo, al generar una verdad propia, lo más importante es que esta sea relevante, no solo para quien la crea. A través de esta verdad confrontaremos la naturaleza alienante de los sistemas socioculturales en los que tratamos de aplicar nuestra voluntad y buscaremos aportar algo a los que sigan este sendero. De este modo, contribuimos a hacer un mundo acorde a nuestros valores a través de las herramientas que tenemos a mano.

En este contexto, creo que una teoría filosófica como la omnijetividad es relevante en nuestro desarrollo, sobre todo para crear una poderosa teoría mágica que resuene tanto con los practicantes teístas como con los agnósticos. Espero les sea gratificante.

El modelo universal de la omnijetividad

¿Cómo interactúa nuestra realidad interna con el mundo externo? ¿Qué nos permite transformar ideas abstractas en acciones concretas que cambian nuestro entorno? ¿Cómo funciona la magia desde esta perspectiva? En este ensayo, exploraremos un modelo que explica cómo la interacción entre el sujeto, el objeto y el omnijeto puede ayudarnos a moldear nuestro universo.

Para entender cómo esta teoría es relevante para nuestro trabajo, primero debemos comprender el modelo de universo que postula.

El universo, según este modelo, tiene tres aspectos esenciales que componen la realidad: el objeto, el sujeto y el omnijeto. Imagínalos como los tres engranajes de una máquina: el objeto representa el mundo externo que percibimos, el sujeto es la consciencia que interpreta esa realidad, y el omnijeto es el eje que conecta y permite que ambos se influyan mutuamente.

Es importante aclarar que esta teoría no se basa en un idealismo abstracto, sino en una visión práctica de lo material y lo espiritual. Desde este enfoque, incluso mover una piedra de sitio genera un cambio en el universo objetivo, ya que este nunca vuelve a ser exactamente el mismo. Como ocurre en las ceremonias mágicas más básicas, son las pequeñas acciones persistentes y acumulativas las que conducen al cambio relevante. Dicho esto, analicemos los elementos del modelo desde sus campos de acción.

El objeto y el universo objetivo

El universo objetivo representa la mayor parte de la realidad. Es aquella realidad que compartimos con todos los demás seres conscientes. Por ejemplo, la fuerza que nos mantiene pegados a la Tierra mientras caminamos o la misma muerte son hechos objetivos e irrefutables desde la racionalidad. Sin embargo, esto también incluye cosas que no son necesariamente observables de manera directa. Por ejemplo, las partículas subatómicas o la rotación terrestre son inferidas a partir de otros hechos objetivos y observables.

El objeto es todo aquello que existe desde y para esta realidad y, por lo tanto, posee la capacidad de interactuar con ella. Pensemos, por ejemplo, en nuestro cuerpo. Volviendo a la analogía de la piedra, es a través de nuestro cuerpo que podemos moverla, efectuando así un cambio en el universo objetivo.

El sujeto y el universo subjetivo

A pesar de lo que los materialistas más extremistas, y acaso necios, puedan argumentar, es innegable que todo ser consciente genera una realidad propia. Esta realidad es la interpretación o experiencia que el individuo tiene de lo objetivo.

Volviendo a los ejemplos anteriores: la fuerza que nos mantiene pegados al suelo puede interpretarse como una fuerza elemental del universo llamada gravedad o como la acción constante de un mundo plano que se mueve hacia un «arriba» infinito. La muerte puede ser vista como un paso hacia otra existencia o simplemente como el fin de las actividades fisiológicas.

Las interpretaciones de estas realidades pueden ser más o menos coherentes para otras subjetividades, pero nunca pueden llamarse “irrelevantes” ni carecen de valor, como solemos pensar. Por ejemplo, la ciencia, aunque describe de manera coherente eventos objetivos, es también una experiencia subjetiva. Hace no mucho, las partículas elementales eran consideradas fantasías para muchos físicos clásicos, y todavía hay quienes desconfían de ciertos conceptos científicos, aferrándose a visiones alternativas de la realidad.

Aquí es importante retomar la idea del relativismo de la posmodernidad. Si bien la subjetividad explica por qué todo es relativo, también nos propone la noción de un marco contextual, como señala Gonzales Rey en su ensayo (citado en las referencias). El universo subjetivo no es menos válido que el objetivo, pero tiene valor dentro de un contexto adecuado.

Por ejemplo, una persona que cree en conspiraciones puede no influir directamente en la realidad objetiva con sus creencias, pero estas impactan en la manera en que percibe el mundo. Desde una sensación de superioridad (creer que posee «la Verdad») hasta la alienación derivada de sus acciones, su subjetividad afecta su interacción con la realidad.

Es importante entender que, aunque esta sea una realidad personal y no compartida por otros, es real para el individuo. Además, la interpretación subjetiva permite cosas fundamentales como planear a futuro o rememorar el pasado. Desde nuestra perspectiva tridimensional (objetiva), ni el pasado ni el futuro existen; solo tenemos un presente infinito.

Si el sujeto es el creador de su propia realidad interna y el objeto pertenece al universo externo, entonces, ¿qué es lo que permite que ambos se conecten? Aquí es donde entra el omnijeto.

El omnijeto

El omnijeto es aquello que conecta el mundo subjetivo (interno) con el objetivo (externo). Es un puente simbólico que permite que las experiencias personales influyan en el mundo y viceversa. Todo aquello que posee un significado simbólico puede convertirse en un omnijeto: una obra de arte, un ritual, un talismán o incluso una idea. Es el lenguaje que une dos realidades aparentemente separadas.

Un ejemplo práctico de un omnijeto es el proceso de identidad. Cuando decides identificarte con una corriente espiritual, estás creando un puente simbólico entre tu experiencia subjetiva y un conjunto de ideas, símbolos y prácticas que ya existen en el mundo objetivo.

Por ejemplo, al identificarme como odiano, resignifico ciertos conceptos de otras tradiciones, como el aura. En lugar de usar el aura como marco conceptual para mis prácticas, la interpreto desde la perspectiva odínica como un «aliento vital», una manifestación de hamingja (la suerte y energía protectora alimentada por el honor). Este proceso de reinterpretación convierte mi identidad espiritual en un omnijeto: algo que conecta mis valores internos con los símbolos externos de mi práctica mágica.

¿Se te ocurre cómo lo aplicas tú? Quizás prefieras un esquema más ecléctico. En ese caso, podrías integrar el concepto del aura o el hamingja en tu práctica, aunque esto requerirá un trabajo adicional de reconceptualización para darle coherencia.

Otro ejemplo de omnijeto es el talismán. Como Bartra apunta en Chamanes y robots, este puede ser desde un colgante mágico hasta un elemento totémico electrónico, como un servidor informático. Estos objetos son capaces de exteriorizar nuestras concepciones internas y provocar reacciones diversas en quienes los usan o los observan: desde la reverencia hasta el rechazo. Como señala Bartra, estos elementos adquieren un valor totémico a nivel cultural, ya que para algunos serán simples placebos, mientras que para otros estarán imbuidos de un poder real.

En la práctica mágica, el omnijeto se convierte en una herramienta esencial, ya que es a través de estos puentes simbólicos que proyectamos nuestra intención interna hacia el mundo externo y manifestamos el cambio que buscamos.

El omnijeto nos ofrece una herramienta poderosa para transformar nuestra espiritualidad en algo práctico y significativo. Es el puente entre nuestro mundo interno y externo, y su dominio puede ayudarnos a moldear la realidad de acuerdo con nuestros valores y objetivos espirituales.

Ahora que entendemos cómo el omnijeto conecta nuestro mundo interno y externo, podemos empezar a explorar su papel en el trabajo espiritual. Desde la magia ritual hasta la creación de símbolos personales, el omnijeto es clave para transformar nuestra espiritualidad en una herramienta práctica y significativa. Profundicemos en cómo aplicar esta teoría en nuestra práctica.

El omnijeto en el trabajo espiritual.

En el camino de la mano izquierda, el trabajo espiritual parte del interior para proyectarse hacia el exterior, con la finalidad de moldear el mundo a nuestra voluntad. Este “mundo” debe entenderse como nuestro entorno cercano, aquello que conocemos e influimos directamente. Para este propósito, el omnijeto se convierte en una herramienta fundamental, ya que actúa como un puente simbólico entre nuestro mundo interno y la realidad externa. Aúnque puede no ser la teoría más conocida, es concisa y permite añadir descubrimientos científicos a nuestra practica sin pretender convertir a la magia en una ciencia. Lo más importante, nos proporciona coherencia y confianza que fortalece el trabajo mágico.

Para este proceso de moldeado, entender los mecanismo que comunican nuestro mundo interior con el exterior es clave. Sobre todo en los trabajos de magia negra no devocionales, en los que el mago depende de su propio poder, el omnijeto es muy relevante. Para ello es importante fortalecer nuestro marco teórico.

Si aplicamos el modelo de la omnijetividad a la teoría cognitiva de Piaget, podemos deducir lo siguiente:

a) El objeto actúa como un elemento enajenante, ya que abstrae nuestra individualidad al interactuar con un contexto objetivo.

b) La subjetividad humana es necesariamente antropocéntrica, pues se basa en nuestra experiencia personal como seres humanos.

c) El omnijeto, en cambio, trasciende la experiencia puramente personal y permite que nuestra subjetividad conecte con lo objetivo, superando la enajenación.

Un ejemplo claro de omnijeto en acción es el uso de un oráculo, como las runas. El resultado que obtenemos al usarlas depende directamente de nuestro dominio del simbolismo que representan. En este caso, lo que deseamos descubrir pertenece al mundo objetivo, pero la tirada de las runas funciona como un puente: conecta nuestro deseo subjetivo de conocer con las respuestas ofrecidas por la estructura simbólica del oráculo. Incluso en métodos devocionales, el éxito del trabajo depende de la conexión simbólica entre el practicante y el omnijeto, que en este caso son las runas.

«Si pretendemos hacer magia para evocar a un espíritu, como un vaettir (espíritu natural de la tradición germánica), debemos usar un lenguaje simbólico que sea coherente con su cosmogonía. No podemos recurrir a pentagramas o cruces, ya que estos símbolos pertenecen a sistemas incompatibles sin ajustes adecuados. Adaptar los símbolos al contexto correcto es esencial para obtener resultados óptimos. Ya sea porque la entidad tiene una conciencia alejada de estos símbolos o porque pertenece a una cosmogonía incompatible sin ciertos ajustes. En le mejor de los casos tenderemos un efecto decepcionante, en el peor una experiencia desagradable.

Aunque algunos puedan mencionar la magia del caos como una práctica ecléctica, es importante destacar que sus primeros exponentes desarrollaron una base filosófica sólida y coherente. La magia del caos no es un “batiburrillo”, sino un sistema estructurado que, cuando se estudia y practica correctamente, integra elementos diversos de forma efectiva.

Esto no quiere decir que hemos de volvernos dogmáticos, esto va en contra de la filosofía de la mano izquierda. Pero Thorsson nos recuerda en el prologo de Nine doors of Midgard, que las modificaciones menores que hagamos en nuestro trabajo son validas para nosotros y solo relevantes cuando el otro las encuentra útiles. Es decir, para que algo pueda ser un aporte verdadero ha de pasar por un serio escrutinio que no depende de nuestros “poderes videntes” ni la canalización de tal o cual practicante. Por más negro y tocado que sea el mago ha de poner a prueba sus teorías mágicas para demostrar que son un verdadero aporte. Ese despiadado proceso de selección mágica al que Moore nos invita en Ángeles fósiles. Nuestro omnijeto debe ser capaz de trascender la simbología personal y resonar en el universo objetivo, actuando como un flujo constante de poder entre lo subjetivo y lo objetivo. Por ello, los magos avanzados recurren a la creación de herramientas personalizadas —sigilos, bindrunes, galdrastafir, rituales o grimorios propios— que reflejen esta conexión entre lo subjetivo y lo objetivo. La personalización de estas herramientas no solo potencia nuestra práctica, sino que también fortalece nuestra autonomía espiritual. En la siguiente sección, exploraremos cómo diseñar y perfeccionar estas herramientas mágicas.

La magia como omnijeto

Así como es difícil que dos literatos den la misma definición de «literatura», sucede algo similar al hablar de magia entre magos experimentados. Sin embargo, uno de los puntos en los que muchos coinciden es que la magia es un lenguaje. Toda construcción mágica es, en esencia, simbólica.

Por ejemplo, la palabra «perro» no es el animal, pero al mencionarla, evoca en nuestra mente su imagen. De manera similar, un sigilo no es la entidad a la que representa, sino un símbolo que permite al mago conectar con las energías de dicha entidad o idea. Lo mismo ocurre con las runas: no es el trazo físico de la runa el que efectúa el cambio deseado por el vikti (practicante rúnico), sino que esta actúa como un puente que canaliza tanto las energías del mago como las fuerzas que el símbolo representa.

Esta visión de la magia como lenguaje simbólico conecta profundamente con una propuesta fascinante del antropólogo mexicano Roger Bartra, quien en su obra Chamanes y Robots desarrolla el concepto del «exocerebro». Según Bartra, el exocerebro no es una estructura biológica ni una extensión energética del ser, sino un sistema simbólico que opera en el ámbito cultural. La cultura, en este sentido, es un constructo colectivo que se construye a partir de las culturas individuales y, a su vez, las influye.

Desde una perspectiva mágica, podemos pensar en el exocerebro como una estructura simbólica creada por el practicante, pero que tiene el potencial de extenderse más allá de sus confines personales para permear su entorno. La creación de este exocerebro requiere un profundo estudio y trabajo consciente, hasta que los símbolos que empleamos sean capaces de resonar plenamente en nuestra psique. Por ejemplo, un rúnista experimentado puede visualizar con claridad la runa kenaz al escuchar su nombre, sin necesidad de verla físicamente.

La magia, entonces, se convierte en un sistema que se extiende más allá del individuo, pero que no existe de manera aislada. Así como la cultura de un individuo no está separada de su entorno, el exocerebro mágico se relaciona e interactúa con los de otras personas. Sin embargo, no todos los hechizos o construcciones mágicas funcionan: aquellos que fallan no logran pasar la «prueba de fuerza» al enfrentarse a la realidad objetiva.

Esto nos lleva a una reflexión importante: el practicante puede reforzar ciertos elementos culturales compartidos para su propio empoderamiento. Por ejemplo, si las personas creen que alguien que lee las cartas tiene «poderes de videncia», este estereotipo puede ser usado estratégicamente para proyectar una imagen de autoridad o credibilidad. Incluso atribuirse ciertas victorias puede ser útil en algunos contextos. Sin embargo, este juego simbólico requiere especial cuidado y mesura.

Cuando el practicante no tiene un equilibrio interno o trabaja en círculos donde abundan personas poco evolucionadas, existe el riesgo de que el «personaje» que construye lo devore. Este peligro se manifiesta cuando el mago pierde contacto con la realidad y se deja consumir por una falsa narrativa de poder, creyéndose «el más negro de los hijos de Lucifer». En estos casos, el exocerebro, en lugar de empoderar, se convierte en una trampa que aliena al practicante de su propósito original.

La efectividad de esta «infección mágica» —la capacidad de nuestros símbolos para influir en nuestro entorno— depende de dos factores: qué tan poderosamente resuenan estos símbolos en nuestra psique y cómo logramos transmitirlos al mundo externo. En otras palabras, desarrollar un exocerebro fuerte y con una cultura propia es una forma de obtener poder mágico tangible.

No obstante, es importante recordar que esta estructura simbólica debe complementar al mago y nunca sustituir otros aspectos de su desarrollo espiritual. El poder del símbolo radica en su capacidad para facilitar el llamado de energías, entidades o fuerzas; pero si no hay una relación genuina entre estas fuerzas y el practicante, el símbolo estará vacío. Es como un libro que no logra conmover a su lector: letra muerta, trazos sin vida.

Esta es la búsqueda básica de conocimiento en la que se adentra un mago. Este es el trabajo espiritual.

Conclusión

Todo trabajo espiritual requiere una base sólida para evitar perder tiempo y energía, especialmente en una época en la que resulta mucho más común ser un practicante solitario que encontrar un grupo con el cual compartir y crecer. En este contexto, contar con un marco teórico estructurado nos ofrece dos grandes ventajas:

  1. Una base firme que nos permitirá obtener resultados tangibles y estructurados.
  2. La independencia de depender de las revelaciones o interpretaciones de otros practicantes.

Con estos objetivos en mente, el omnijeto se presenta como una opción racional, con una estructura sólida que se adapta y complementa perfectamente con otros trabajos mágicos, enriqueciendo nuestra experiencia. Esto resulta especialmente importante en entornos donde es común corromper o distorsionar conceptos científicos para ajustarlos a teorías espirituales, como ocurre con los malentendidos relacionados con «lo cuántico».

Para quienes seguimos el camino de la mano izquierda, el omnijeto cumple con el papel esencial de empoderar al mago, dándole responsabilidad directa sobre su desarrollo espiritual. No dependemos de la piedad de dioses o demonios para impregnar poder en nuestros sellos o trabajos. Actuamos por y para nosotros mismos, porque buscamos ser libres, porque buscamos señorear sobre nuestro propio ser y nuestro propio universo.

Espero que estas reflexiones les sean de ayuda en su camino.

Sin embargo, me gustaría saber qué opinan ustedes. Recuerden que nuestro objetivo es fortalecernos y crecer. Cualquier comentario que enriquezca este espacio —e incluso las críticas que me contradigan, siempre que estén formuladas con coherencia— serán bienvenidas. Todo lo que apunte a hacernos crecer tiene un lugar aquí.

Soy Skoggangr y les recuerdo que este espacio es producto de mi voluntad.

¡Reyn Til Runa!

Referencias

  1. Bartra, Roger.
    Chamanes y robots. Fondo de Cultura Económica, 2006.
  2. Moore, Alan.
    Ángeles fósiles. Editorial ECC, 2017.
  3. Flowers, Stephen E.
    Lords of the Left Hand Path: A History of Spiritual Dissent. Runa-Raven Press, 1997.
  4. Thorsson, Edred.
    Futhark: A Handbook of Rune Magic. Weiser Books, 1984.
  5. Thorsson, Edred.
    El gran libro de las runas y su magia. Edaf, 2018.
  6. Izquierdo Uribe, Adolfo.
    Espacio-temporalidad y omnijetividad: una aproximación epistemológica. Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2019.
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